El trekking a la cima del volcán Rinjani es una de las actividades más populares en la isla indonesia de Lombok.
Se trata de una caminata de 3 días que incluye paisajes variados, desde un bosque nuboso hasta el famoso volcán con lago incluido. Aunque para los que disponen de menos tiempo (o energías), existe la opción de una caminata de 2 días hasta el cráter y vuelta por el mismo camino.
Yo, desde luego, no quise perder la oportunidad de ponerme las botas de montaña y lanzarme a la aventura. Bueno, en realidad no es un lugar muy aventurero, pues las agencias locales lo tienen todo organizado y, como decía antes, se trata de un sendero muy popular entre los turistas que visitan esta zona de Indonesia.
Existen infinidad de agencias que organizan el ascenso, lo que básicamente implica que consiguen transporte hasta el comienzo del sendero, un guía local que habla inglés y unos porteadores para cargar con la comida y las tiendas de campaña. De esta manera, puedes contratar el tour desde cualquier lugar en Bali o en Lombok.
A pesar del volumen de senderistas, el trekking al volcán Rinjani no es ningún paseo, pues se asciende hasta los 3.700 metros de la cima más elevada de Lombok desde apenas 900 metros. Aun así, las agencias venden la excursión como una caminata para todos los públicos. Y, de esta manera, hay gente que sufre de lo lindo durante las caminatas.
Grupo de ascenso al Rinjani
Mi grupo de caminata constaba de 8 turistas, un guía y 3 porteadores, que también hacían las veces de cocineros. El guía era un chaval de apenas 16 años que tenía de guía de montaña lo que yo de sirena. Su única cualificación era que hablaba inglés. Y aunque era un chico muy majo, algunos de mis acompañantes tuvieron quejas el último día (la historia completa un poco más adelante).
Los que sí me dejaron con la boca abierta fueron los porteadores. Cada uno cargaba unos 30 kilos en la espalda mediante 2 cestas unidas por un palo de bambú. A mí me parecía la manera más incómoda de cargar peso, pero ellos lo llevaban de la manera más natural montaña arriba y abajo. Para colmo, todos iban en chanclas de dedo, que no se me ocurre un calzado menos apropiado para el desnivel que había y la cantidad de piedras y rocas del sendero.
Su labor como cocineros tampoco se quedaba atrás, pues con los pocos ingredientes de los que disponían nos cocinaron unas comidas riquísimas. No sólo eso, sino que la variedad me dejó atónita: sopa de fideos unos días, arroz frito otros, huevos y ¡hasta pollo frito!
Día 1: de Senaru al cráter
A primera hora de la mañana comenzamos a subir la montaña rodeados de un bosque que parecía sacado de un cuento de hadas. Estábamos en mitad de una nube, lo que, unido al calor y el esfuerzo de la subida, hizo que acabáramos completamente empapados ya en la primera parada.
Sólo llevábamos un par de horas de caminata pero parecía que habíamos estado ascendiendo todo el día. Y lo que nos quedaba, pues ese día teníamos que sortear unos 1.500 metros de desnivel. Por lo menos, la mochila iba prácticamente vacía, pues nuestros porteadores cargaban con todo el equipo pesado.
En este tramo de bosque vimos los primeros monos, que jugaban en las ramas de los árboles. Los primates nos acompañarían en todo nuestro recorrido montaña arriba. Además, se hacían especialmente presentes cuando había comida de por medio.
Tras otro buen rato de caminata y muchos sudores, dejamos atrás el bosque y, poco después, nos plantamos encima de la nube. Sin duda, agradecimos el sol, que secó rápidamente nuestras camisetas. Además, desde esa altura disfrutamos de unas vistas preciosas del manto de nubes que acabábamos de atravesar.
Y así llegamos hasta el primer campamento de la ruta, en el borde mismo del cráter del volcán Rinjani (bueno, en realidad creo que es el cráter de otro volcán, el Senaru, pero da igual). No sé si se aprecia bien en la foto, pero nuestras tiendas son las naranjas que se ven en la derecha. Un lugar increíble, lo mires por donde lo mires.
Para añadir dramatismo al campamento, en la caldera del volcán había un lago de colores imposibles ¡con otro volcán dentro! Una visión impactante, donde el extraño azul del agua contrastaba con el negro del volcán. Eso sí, en cuanto desapareció el sol por el horizonte, hacía un frío insoportable que nos hizo meternos en las tiendas enseguida.
Basura en el trekking al volcán Rinjani
Por desgracia, no éramos el único grupo que se había lanzado a la aventura en el trekking al volcán Rinjani. El sendero casi parecía la Gran Vía. Había infinidad de turistas subiendo y bajando, más sus respectivos guías y porteadores. Y claro, el campamento al borde del cráter también estaba a tope.
Tanta gente le quitaba un poco de encanto al lugar, pero no sólo eso, sino que los desperdicios abarrotaban tanto el camino como los campamentos. No sé si la culpa era de la multitud o, tal vez, de la falta de planificación de las empresas turísticas.
Por un lado, había envoltorios en cada esquina. Estaba claro que los guías y porteadores no se empeñan demasiado en recoger. Y, por otro, se encontrabas deshechos orgánicos (mierda, para entendernos) por doquier, pues no había baños. Está claro que la gente tiene que hacer sus necesidades en algún momento, y si no hay un lugar habilitado, pues todo el monte es orégano. En fin, un verdadero asco, sobre todo en los campamentos.
Día 2: Recorrido por el cráter y aguas termales
A la mañana siguiente me desperté con una desagradable sorpresa. Un bichito se había dedicado por la noche a picarme por todas partes, especialmente en el cuello, que se me hinchó muchísimo. No debo estar exagerando demasiado porque la cara de la gente que se cruzaba conmigo eran un poema. Todos me preguntaban qué me había pasado. Menos mal que no tenía espejo para comprobarlo yo misma. Por otro lado, un médico senderista que andaba en otro grupo me reafirmó en mi autotratamiento de antihistamínicos y en que no podía hacer mucho más. En fin, que me pasé todo el día luchando por no rascarme.
La caminata del día nos llevó primero hasta el lago del cráter, donde nos dimos un chapuzón en unas aguas termales cercanas. El agua salía hirviendo de entre las rocas y olía a mil demonios. Sin embargo, después de día y medio de caminata, sudando y sin ducharnos, nos pareció el lugar más maravilloso del mundo.
Después tocó volver a subir hasta llegar lo más cerca posible de la cima del Rinjani. Allí, en el otro lado del cráter hicimos noche, de nuevo con vistas al maravilloso lago volcánico. Esa tarde el atardecer fue espectacular, con vistas de la montaña más alta de Bali (Agung) entre las nubes.
Día 3: Ascenso fallido al volcán Rinjani y descenso hasta Sembalung
A las 3 de la mañana estaba previsto comenzar el ascenso a la cima del volcán Rinjani, para llegar con las primeras luces del alba. Cuando llegó el momento de levantarse, hacía un viento y un frío de la muerte, así que decidí quedarme durmiendo y reservar fuerzas para la vuelta.
Parece ser que tomé la decisión adecuada. La mayoría del grupo se quedó a mitad de camino porque hacía demasiado viento y el sendero era peligroso. Así, vieron amanecer en mitad de la montaña mientras intentaban no morir congelados. A todo esto, nuestro supuesto guía les abandonó a mitad de camino aduciendo que le dolía la rodilla, ante el enfado de todo el grupo. Sólo dos chicos de nuestro grupo llegaron hasta la cima, junto con otro par de locos de otros grupos, y casi mueren en el intento.
Además, luego había que caminar otras 6 horas montaña abajo para llegar hasta el pueblo más cercano, Sembalung. Yo estaba como una rosa y el descenso me pareció estupendo, pero la mayoría de mi grupo no podía ya ni con su alma. No me extraña, ya que llevaban despiertos desde las 3 de la mañana y habían intentado ascender 1.000 metros en condiciones adversas.
En Sembalung nos abalanzamos en la primera tienda que encontramos para recargar pilas con chocolate mientras esperábamos a que todo el grupo terminara el trekking. Desde allí, una furgoneta nos llevó a cada uno a nuestro siguiente destino (yo regresaba a la isla de Bali).
En resumen, el trekking al volcán Rinjani es uno de los más espectaculares que se pueden hacer en Indonesia. El esfuerzo que supone llegar hasta su cráter merece la pena con creces, pues los paisajes son realmente espectaculares. El único inconveniente es la masificación que sufre en temporada alta y que conlleva, no sólo mucha gente, sino infinidad de desperdicios. Aún así, animo a todos los senderistas a que se pongan sus zapatillas, se dispongan a sufrir un poco y vayan hasta la isla de Lombok para disfrutar de una caminata inigualable.
Tras 3 intensos días de caminata y con unos paisajes preciosos guardados para siempre en la retina (bueno y en la memoria de la cámara), se acabaron mis aventuras en Lombok. Nuevas montañas me esperaban en mi siguiente destino: Munduk.